No se puede describir con palabras lo que hemos vivido esta pasada noche todos los sevillistas. Me lo estoy empezando a creer ahora, y es que, de verdad, me veía fuera, eliminado de todas todas.
No me gustó el partido de mi Sevilla, nada, metido atrás, a verlas venir, y vio los tres goles. Los dos primeros demasiado pronto, en 25 minutos. El Valencia fue una apisonadora que no había quién la parara, y los nuestros no eran capaces de marcar un gol, sólo uno, que ponía la eliminatoria muy cuesta abajo.
La tuvo Reyes, pero entre su horroroso disparo y Diego Alves lo evitaron en una jugada en la que el gol se cantaba ya por muchos.
Foto: sevillafc.es
Nada.
El tiempo se acababa y todos nos veíamos fuera. Creíamos, pero ante las poquísimas llegadas del Sevilla al área rival, las opciones se marchaban. Parecía que el Valencia estaba a punto de finiquitar otra remontada, como ya hizo ante el Basilea.
Entonces, cuando en la grada de Mestalla se cantó eso del 'Sí, sí, sí, nos vamos a Turín', o cuando al exvalencianista Albelda afirmó en la COPE que la eliminatoria no había corrido peligro en ningún momento, cuando ya los más de 6.000 sevillistas miraban al suelo en señal de eliminación, entonces ocurrió lo que ya hemos vivido más de una vez.
Apareció el espíritu de Antonio Puerta, que nos mandó a la primera final europea en el minuto 100; apareció el espíritu de Andrés Palop, que forzó, con su gol en el descuento, la prórroga en la misma competición; y desde anoche, apareció Stéphane M'Bia. La jugada, rápida, en el minuto 93: la pone en juego Coke desde la banda, prolonga Fazio dentro del área, y el camerunés remata de cabeza provocando el silencio de Mestalla, la explosión de alegría y júbilo en los sevillistas desplazados, y la ya inolvidable carrera de Unai Emery por la banda.
Foto: sevillafc.es
No nos lo podíamos creer. En un minuto habíamos pasado del infierno a la gloria, de quedarnos fuera a estar en Turín el próximo 14 de mayo, ante un Benfica que ha sido capaz de eliminar a la gran favorita del torneo, la Juventus.
Luego ya vino la fiesta, como es lógico. Cientos y cientos de sevillistas que esperaron a su equipo en la Puerta de Jerez y en el Sánchez-Pizjuán para recibirlo entre cánticos.
Lo que es un gol.
Un gol lo cambia todo.
Nos vamos a Turín.
A por la copa que nos cambió la vida.
A por la copa que nos cambió la vida.
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